viernes, 22 de octubre de 2010

collage multisensorial

actividad cerebral onírica


Estaba en el auto de mi madre como acompañante y alguno de mis hermanos estaba en el asiento trasero, cuando miro por mi ventana veo un satélite (clásico satélite con sus paneles solares laterales) cruzar el cielo a modo violento porque su tamaño aumentaba rápidamente, pero a la vez despacio. Imaginen, los sueños y la plasticidad temporal.
Cuando ya nos declaro futuros muertos por aplastamiento satelital, un o.v.n.i. (no rían) lo intercepta y arroja a gran distancia de la zona de choque original -la nuestra-. Más allá de que la intervención de objetos voladores suene anecdótica, las imágenes que recuerdo son increíbles. El o.v.n.i. se posa en un terreno cercano a nuestro helado auto (nosotros incluidos) y podemos ver claramente símbolos y esculturas de origen egipcio sobre las paredes del vehículo y en el interior de la cápsula de tripulantes, rostros animales, oro, kalasiris.
Comentario: 'Lo acabamos de entender todo, mamá'. Lo recuerdo vigente, ahora río.
Escena seguida, llegar a la casa donde dejé de vivir hace cinco años; mi familia toda estaba en reunión. Nuestra intención de contarles sonaba apocalíptica, no nos creían. Pero mi abuela tenía miedo, recuerdo su cara.
Ahí es cuando mi viejo interrumpe con un regalo en una bolsa plástica blanca, fea. Abro y era un gato amorfo, muy raro, ahora diría que se asemeja a un gato esfinge, pero no sé.
Penúltimo hecho, me veo trepando la casa de dos pisos de unos vecinos de aquel barrio y cuando estoy llegando a la ventana superior, dos pendejos satánicos me atacan de un modo particularmente infantil pero con la intención de hacerme estrellar contra el suelo. A risas y canciones de chicos. Taquicardia, el sueño se puso denso.
Cuando logro pasar del otro lado del vértice de la pared hacia un lado sin ventanas me doy cuenta de que no me estoy agarrando de caños de luz, sino de los brazos de un bebé. El bebé no lloraba, sino que mostraba gestos de sufrimiento. Recuerdo que de algún modo lo solté.
Última, misteriosa e incongruente escena; me encuentro en un monte árido, con mucho viento, llorando, junto a un grupo de personas reconocibles, la tumba de un niño. Me sorprendía el modo de sepultura, me sorprende ahora, durante el sueño era un hecho. El niño rubio estaba enterrado parado, los pies únicamente y erigido frente al sol. Carecía de aspecto fúnebre, el sol dinámico detrás nuestro lo iluminaba cobrizo de mil formas. Buscábamos ángulos en su rostro.
Una caña vertical clavada en el suelo arenoso por detrás del cadáver con un hueco a un cuarto de su extremo apical superior sobre el que se insertaba el correspondiente eje horizontal, haciendo las veces de precaria cruz. Había, por alguna razón, que mover la caña horizontal frenéticamente.
Y llorábamos, a gritos, sentíamos desarmarnos en lamentos. Llantos excitados, al límite de la carcajada. En algunos el rostro se volvió hilario y, efectivamente fueron carcajadas. En otros, sollozos desgarraron nuestras gargantas.

martes, 19 de octubre de 2010



En impasses de silencio, encuentro. Mi música lenta y suave. Vengo soñando siestas muy raras, estoy atento y escribiendo al respecto. Leí en un libro de fisiología animal sobre el sudor y las glándulas sudoríparas mamíferas que hablaba, formalmente, de los perfumes de la piel. Decía del almizcle, la esencia que también se usa en muchas fragancias comerciales. No puede uno leer ésto sino en clave erótica, remitido a la memoria sensorial.
Frente a estímulos salvajes,
todo lo que no es animal,
parece no existir.

lunes, 4 de octubre de 2010

los mundos, dos. distintos. dos huérfanos casuales, dos noches causales. dos olores, dos poluciones;
la piel una.