miércoles, 14 de abril de 2010

Tautologías cotidianas

¡Qué bizarros que somos, qué contradictoria nuestra existencia! Relativizando un poco el amplio espectro del Todo, a lo que hoy me refiero es a las formas de relacionarnos de a pares.
Relaciones pares se dan a lo largo de toda la vida, pero las manifestaciones se vuelven exponencialmente críticas cuando éstas comparten sentimientos enlazantes más sólidos, más vinculantes, lo que algunos subjetivizamos, el siempre errático amor.
Hasta acá, más allá de la experiencia personal intransferible, la historia es conocida por todos. Lo que tal vez no sea de masiva difusión explícita es un tema que, en mi, despertó y despierta hartos insomnios, de a dúos ¿quién quiere más y quién quiere menos? ¿Estarán siempre emparentados desventajoso y aventajado, o será un sesgo personal de vivencias infortuitas?
En fin, mis contados grandes amores me explicaron que siempre hay uno encima del otro, un emisor que marca los gestos, las señales a atender, el mimo, y un receptor que en base a lo interpretado delimita su marco de acción. Éste último individuo sería, claramente, el ser en desventaja.
Esta hipótesis se me hizo más creíble cuando el destino me direccionó a la posición del más fuerte y, sin motivos sensatos (interprétense como esas cosas que no enamoran, sino todo lo contrario) me vi siendo el más manipulador, lobo y egoísta de todos. Con culpa agonizante, sin ganas de hacerlo desde una convicción realmente sentida, corté un poco por lo sano y aquí no ha pasado nada. Voilá!
Grave el problema existencial presentado cuando, con corto camino rancheado, ya se vislumbra semejante panorama emocional.. Anteayer me toca, ayer le toca a otro, hoy le debe estar tocando a alguno, y mañana, mañana atrincherados debajo de una veintena de capas de escudo cebollil de inmuno-protección psicológica, una por cada encuentro fútil, las más engrosadas por cada gran desamor.
No sé si es un parecer (perecer) compartido, pero sería como si cada nueva relación, si se sigue una trazado cronológico, tiene menos sabor o, en su defecto, tarda más en sentirse. Una placa más.
Sondeo, ¿qué es entonces toda esta discapacidad, pronunciada con el tiempo, de encontrarse sino la co-evolución compulsiva de distancias?
¿Pasará que alguien pueda pelar la túnica en la que nos convertimos o son procesos internos los que radian? ¿Existe entonces el retorno?

Al respecto, en La insoportable levedad del ser se lee, "Pero es precisamente el débil quien tiene que ser fuerte y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado débil para ser capaz de hacerle daño al débil".

Huevo y gallina, débil y fuerte, todos partícipes de una misma tautología.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lei este texto acompañado de una indignacion constante. Pero debo reconocer que tienes razon en lo que dices. Es asi, y que se le vamo a hacer. Unico ribete de la cuestion: a veces la tortilla se da vuelta, y ahi si que te quiero ver, chaparrito. Bueno, en total que lo que no logro ver es la tautologia... soy lerdo por pereza o no se que. Saludos. Alfonso-sin-tildes-en-la-maquina.

Rodia dijo...

Se están concibiendo a las tautologías desde su sentido lógico de repetición de hechos con distintas palabras, serían como un pensamientos elípticos, experiencias e inexperiencia.