viernes, 9 de julio de 2010

El aire es libre.

¡Han vuelto las ponencias! Trato de que cada vez que algo me hace romper en mil sinopsis, depararle cierta porción cerebral donde yacen las cosas que no se olvidan para así luego poder escribir o comentárselo a alguien, y así, flashear (neologismo verbal paradigmático e imprescindible, si los hay).
Todo viene a colación de un par de temas que son campana en este momentum allá arriba, debajo de la gorra; éstos pueden ser definidos ultra-sintéticamente como: a) el manejo individual de los espacios. b) la conexión entre el dominio del espacio lindante y aspectos socio-culturales del individuo. c) la rivalidad gestual paki vs. gay.
Los últimos enfrentamientos con el objeto de estudio (el cual sería algún tipo de gueto social de éstos a los cuales pretendo remitirme) tuvo lugar hace pocos días cuando, en una diferencia de dos días, experimenté distintos "mambos" (relativos a la situación bífida) los cuáles podríamos destinar a posiciones antípodas, una respecto de la otra, super gays y ultra pakis (los últimos, hijos y futuros padres de católicos apostólicos romanos). -sh, no debo ser tan prejuicioso-.
Bueno, ya quiero ir al grano porque me aburro un poco sino... en fin, el estudio de los manejos espaciales individuales es in-cre-í-ble, te habla tanto de todo lo que son. Manejarse en el espacio presupone conquistarlo, y tal conquista es gradual, no abrupta de un día al otro. Y supongo, tal vez errado, que existen momentos de mayor avance o retrocesos sobre éste, siempre al ritmo dictado desde la construcción de las personalidades en el medio; los factores ambientales, velados y reconocidos desde la genética como ciencia dura.
Y a éste hecho se remiten los histrionismos, la mirada, el volumen de voz emitido, la claridad con la que se expresan los mensajes (tanto vocales como del lenguaje corporal todo), la inclusión de partes del cuerpo anexas a la comunicación que son de uso más arbitrario, como puede ser una postura con las cadenas o el ángulo con el que se insertan en el piso los pies, y la vehemencia con la que se apela a los respectivos recursos.
Ya de lleno en el último ítem a desarrollar, ¡y el más interesante a mi criterio!, las conquistas espaciales según pertenencia erótica (no me atengo a la orientación sexual, ésta se entiende neutra; ahora sí, ser gay o ser paki es relativo a una pertenencia social constructiva y funcional en el ideario) son abismales, tanto que permiten un reconocimiento y clasificación casi instantáneos del objeto interactuante.
Me voy a valer de un ejemplo puntual para dar sustento a todo esto, hechos vastos y de los que sobran, fiestas con grandes aglomeraciones de gente.
En una reunión rica en heterosexuales paki existe una suerte de propiedad jurisdiccional privada inviolable en torno a cada macho. Existe la ceremonia del permiso y el posterior contorneo de los cuerpos con el fin de tocar los físicos lo menos posible. Hay menos beso, más mano, más arenga.
En cambio, cuando el dulce está hecho de putos, los registros mutan a contactos más prolongados y superficialmente (la piel vestida, o no) expandidos con respecto a los anteriores. No es una cuestión de Deseo, es decir, no es ordinario, sino un porvenir de liberación espacial, compartir la estela próxima; sin manejar el concepto de invasiones al que son hiperestésicos los pakis. En fin, cualquiera de las dos estrategias espaciales está bien, después de todo, no son producto del viento, todos siempre tenemos nuestras razones, y ésta es una premisa inapelable.

No le encuentro un buen móvil a tomar deducciones en base a estos temas, supongo que discriminar positivamente la paja del trigo tiene mucho que ver con la cimentación del temple personal -en todas sus facciones-. Pero siempre es rico, en sí mismo, ahondar en el estudio de las interacciones; es información reveladora, neutra en el ahora, pero que a futuro puede valerse de ella, en un contexto pedagógico nuevo, o tan solo, distinto.
Cual cronopios y famas, gays y pakis se amenizan mutuamente. Débiles ante la necesidad de discriminar y diferenciarse, ¿hay base de menuda fragilidad?

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